EL EUROCRISTIANO TIBIO  / OPINIÓN

El 'caso Aniorte'

21/08/2023 - 

MURCIA. En el pasado Tibio comenté lo saludable que resulta descender de las ignominiosas alturas de la política nacional y los enigmas indescifrables de la regional hasta aterrizar en lo local. Si hablásemos de lo nacional tendríamos que embarrarnos en el inagotable cuento de las exigencias separatistas y las innumerables mentiras con las que unos y otros, pero especialmente ahora los sanchistas, tratan de satisfacerlas mientras nos cuentan que todo es por el bien de la patria. ¿Alguien se cree que Pisarello, famoso por retirar la bandera de España del balcón del ayuntamiento de Barcelona, quiera el bien de España? Realmente solo se trata de hacerse con la presidencia del gobierno al precio que sea. Aunque ya empieza a correr el rumor de que tanto empeño quizás no solo se deba a un excesivo apego al poder, sino también al temor de que se supiese algo inconfesable si se perdiese. Eso explicaría que se prefieran votos sin honra a honra sin votos.

La situación regional solo es ligeramente mejor. No parece que haya modo de que el PP, al que le faltan dos escaños para la absoluta, y Vox, que tendría que sumarse al PSOE y a Podemos para bloquear el gobierno, lleguen a ningún acuerdo. Y eso nos abocaría a repetir elecciones. Un posible beneficiario sería el Movimiento Ciudadano, que acaso obtendría en esta ocasión su ansiado diputado regional. Pero me dicen que, ante el temor de perder el poder, quizás a última hora el PP ceda y haya acuerdo de gobierno.

Pues bien, siendo tan saludable dejar por un momento de pensar en el carajal nacional y en el subcarajal regional, hoy me ocuparé de un asunto que ilustra muy bien algunas características de nuestro sistema regional de enseñanza. Se trata del caso Aniorte (Federico García).  Este profesor de Alemán impartió docencia durante quince años en la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), un año en la universidad de Murcia (UM) y unos meses en la Escuela Oficial de Idiomas (EOI). Se presentó a oposiciones de profesorado de secundaria en Madrid y, como parecía normal, le puntuaron su experiencia docente universitaria. Sin embargo, prefirió volver a nuestra región y, cosa notable, se encontró con la sorpresa de que nuestra normativa no acepta la enseñanza universitaria como experiencia docente. ¿Por qué? Por una inextricable mezcla de corporativismo sindical y prudencia gubernativa. La ley de bases de la enseñanza permite, pero no obliga, a tener en cuenta los méritos obtenidos en niveles de enseñanza distintos al sujeto a concurso. Eso se traduce en que las distintas comunidades autónomas elaboran diferentes baremos de evaluación, pero también en que los baremos pueden variar de un año al siguiente dentro de cada comunidad autónoma. Todo depende de qué objetivos se haya propuesto el equipo directivo de la Consejería ese curso y de su capacidad de negociación con los sindicatos. Por lo general, los sindicalistas prefieren levantar barreras entre los distintos cuerpos y niveles, de modo que la enseñanza en educación primaria no compute en la secundaria, pero la universitaria tampoco. Esa situación se ve reforzada por el hecho de que los sindicatos de profesores universitarios apenas le prestan atención. Los numerosos contingentes de profesores asociados, que llevan a cabo buena parte de la docencia universitaria con sueldos entre tres y cuatro veces inferiores a los funcionarios, están más preocupados por consolidar su puesto universitario que por prepararse un adecuado desembarco en la enseñanza secundaria. De hecho, muchos de ellos ya tienen plaza en algún instituto o colegio, por lo que su atención se centra en promocionarse en el nivel universitario. Ni siquiera ahora, que ven amenazada su continuidad porque la recién aprobada nueva ley universitaria no ha dotado presupuesto para su estabilización en plazas mejor remuneradas, se entretienen en pedir que su experiencia universitaria cuente en el resto de las enseñanzas. Y lo mismo ocurre con los doctores, cuyo título puede ser fácilmente evaluado con menos puntos que algún cursillo, quizás de macramé, organizado por los sindicatos. Seguramente es un error todo esto, pero así ha venido siendo desde la transferencia de las competencias a la región. ¿No ha llegado el momento de revisar ese criterio para, imitando a Madrid, tener en cuenta la experiencia adquirida en las universidades? ¿No debería valer más el título de doctor? ¿No tienen nada que decir los rectores al respecto?

Se presentó a oposiciones de profesorado de secundaria en Madrid y, como parecía normal, le puntuaron su experiencia docente universitaria. Sin embargo, prefirió volver a nuestra región y, cosa notable, se encontró con la sorpresa de que nuestra normativa no acepta la enseñanza universitaria como experiencia docente

Pero no acaba ahí la cosa. Lo más notable es que, según una disposición transitoria de la normativa, que se denomina “Aplicación Excepcional”, todas las listas de interinos serán reconfiguradas de acuerdo con las incidencias que se hayan producido desde la última oposición excepto la de la asignatura de Alemán y la de Operaciones y Equipos de Elaboraciones de Productos Alimentarios. ¿Qué han hecho los interinos de la asignatura de Alemán para que sus listas no se reconfiguren como las demás? Nadie ha sabido darme una respuesta, excepto que casi todos los años suele exceptuarse alguna asignatura de la reconfiguración. Eso ya es menos explicable a la luz de los intereses generales y suena a que se hace para beneficiar a algunas personas concretas en cada curso, ya sea por sus buenas relaciones con algún directivo o, más probablemente, con algún sindicalista. ¿Es que hay alguna clase de obstáculo que aconseje que Aniorte no deba enseñar Alemán en nuestra región salvo en la Universidad? Había dos plazas y quedó tercero en la oposición, pero perderá esa prelación, pues no se reconfigurará su lista en una década, ¿Es mucho pedir que se reconsidere este asunto? Creo que, comparado con amnistiar a miles de separatistas delincuentes, tampoco es pedir demasiado. ¡Heil Aniorte!

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