Otra cosa está clara: los estíos aquí tienen más de Crematorio, de Rafael Chirbes (Anagrama), que de cualquier otra pieza. Como en la Misent fabulada que describe, el autor veía desde su casa en la montaña de Beniarbeig las nuevas construcciones: chalets, apartamentos y piscinas en lo que antes era campo. Pero en Rubén Bertomeu, el constructor que protagoniza la novela que han llamado ‘el libro que mejor explica la burbuja inmobiliaria’, hay más que un capitalista despiadado. También están las contradicciones que Chribes conocía bien: las de quien se opone a la proliferación de chalets en el campo desde su propio chalet en el campo.
Y el verano es Benidorm: como mito, investigación sociológica o flipada urbanística. Para ir más allá del cliché es maravilloso Ensayo y error. Benidorm (Barrett). Desde el urbanismo, la escritura de Marta Sanz, el periodismo y la fotografía, muchas voces hablan de su Benidorm, y es un alivio el tono de alucine respetuoso de los textos. Al hilo de Benidorm, dos películas: en Sueñan los androides, un detective recorre una Benidorm postapocalíptica en 2052 y en Sóc vertical però m’agradaria ser horitzontal, Sylvia Plath y Belén Esteban se hacen amigas tras encontrarse en la playa”.
Eva Monzón, escritora
Si pudiera pasar las vacaciones dentro de una ficción, que fuese real lo que tantas veces imaginé real, sería difícil elegir dónde tras haber estado en todos y cada uno de los libros leídos o películas vistas. Implicaría no ir como siempre fui, siendo personaje, sino yo: mis vacaciones en sus mundos, disfrutándolos sin romperlos, sin quedar atrapada entre las páginas. Pasearía por el patio de butacas, entre los espectadores, exigiendo que un escritor me dé sentido, consiga meterme en una obra, en la vida, ser personaje en busca de autor: vacaciones de mí misma.
O tomaría prestada La máquina del tiempo de H.G. Wells para ir más allá de ese mundo cruel de los Morlocks, y viajar a todas partes; visitar el Londres de Jack el Destripador, el Egipto de las pirámides, la Grecia de Homero, la Bagdad de Las mil y una noches, la Venecia de Mann.
Y el último día de vacaciones lo prolongaría en Macondo, observando cómo transcurren Cien años de soledad.
Pau Martínez, director y guionista
“Una cinta que me marcó de joven es Do the right thing (1989), de Spike Lee. Me gustaría haber vivido un verano así en el Brooklyn de los años 80, antes de que la gentrificación cambiara por completo el barrio. Algo que, curiosamente, ya se apunta en la peli con esa secuencia del blanquito con la bici y la camiseta de Larry Bird. Una gentrificación que ya es un problema universal, como podemos ver en València.
No me habría importado experimentar en mi adolescencia una historia de descubrimiento y de amistad/amor como la de los protagonistas de We are who we are (2020), de Luca Guadagnino. La serie no transcurre íntegramente durante la temporada estival, pero sí lo hace una parte importante de su metraje. Me dejó un poso tremendo.
Respecto a la música, me metería dentro del único disco de Family, Un soplo en el corazón. De hecho, ha habido épocas en que he tenido la sensación de haberlo hecho. No es sólo porque haya canciones que evoquen directamente a esta estación, todo el disco tiene ese ambiente de nostalgia de un estío que ya no volverá.
Por último, me encantaría habitar en El calor del verano, del grupo valenciano Los Huracanes. Los descubrí gracias a mi amigo César Campoy y el combo que integra, Los 5 ibéricos. Resume perfectamente los amores de verano y no se me ocurre un periodo mejor donde existir”.
Santiago Álvarez, escritor, gestor cultural y uno de los responsables del festival Valencia Negra
“La serie de televisión estival sería, sin duda, la que para mí es la mejor serie de la historia: Doctor en Alaska. Cada capítulo es una lección de vida, aprendes algo de ti y de los demás. Aunque es de los 90, anticipa muchas cuestiones de la actualidad. El único verano de mi vida que pasé completo en Murcia, porque tenía que estudiar, tenía una cita religiosa: en ONO daban por las noches un episodio de Doctor en Alaska y esperaba todo el día ese momento; fue una temporada maravillosa gracias a ello. Siempre que he estado en horas bajas o me he planteado cosas, he vuelto a ella. No te da respuestas, sino que te abre las puertas y las ventanas de tu alma.
Y más que un film, lo que recomiendo para perderse en el estío es una forma de ver películas muy propia de esta estación: las proyecciones al aire libre. Si uno está en un pueblecito de la costa, seguro que tiene algún cine de verano, si vives en Valencia hay varias terrazas. Tengo recuerdos maravillosos del Mar Menor en una urbanización con cine de verano y ese era el evento de cada día. Hay algo especial en ver el cine así, por un lado, te retrotrae a cuando eras un chaval y, por otro, tiene ese asunto del ‘cine de palomitas’ que es tan veraniego y relajante. Por ejemplo, vi hace poco la nueva de Indiana Jones y me gustó mucho porque es vivir aventuras y volver a perderse en quien eras antes. Así que Indiana Jones en un cine a la fresca me parece una combinación espectacular”.